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Carisma y democracia

El carisma se convirtió en un concepto sociológico de primer orden cuando Max Weber lo introdujo en su clásica tipología sobre la legitimidad de la dominación. Constituye una de las tres fuentes principales –ideal-típicas, claro– por la que una persona encuentra obediencia real por parte de los dominados. Weber definió la dominación carismática como la propia de una persona que, siguiendo una vocatio o misión, irradia, dadas sus cualidades, extraordinaria energía centrípeta, atrayendo a la gente a sentir devoción y fe en ella. El propio Weber era consciente de que este tipo ideal escasamente aparecía en realidad, y teorizó sobre formas y procesos que transformaban el carisma. También muchos que vinieron tras él, como Shils, Eisenstadt o Breuer. A pesar de algunas interpretaciones autoritarias del carisma, este es compatible con la democracia, incluso deseable. Uno de los motivos que nos llevan a pensarlo es la propia transformación interna del carisma, en el sentido de que las ideas y proyectos que encarnan los líderes democráticos han cobrado mayor protagonismo en detrimento del elemento personal. Pero cabe advertir que la línea es muy fina y el carisma también puede suponer un problema para la democracia.

Charisma became a major sociological concept when Max Weber introduced it into his classic typology on the legitimacy of domination. It constitutes one of the three main sources –idealtypical– by which a person finds real obedience from the dominated. Weber defined charismatic domination as that of a person who, pursuing a vocatio or mission, radiates, given his qualities, extraordinary centripetal energy, attracting people to feel devotion and faith in him. Weber himself was aware that this ideal type rarely appeared in reality, and theorized about forms and processes that transformed charisma. So did many who came after him, such as Shils, Eisenstadt or Breuer. Despite some authoritarian interpretations of charisma, it is compatible with democracy, even desirable. One of the reasons is the internal transformation of charisma itself, since the ideas and projects embodied by democratic leaders have become more important to the detriment of the personal element. But it should be noted that the line is delicate, and charisma can also be a problem for democracy.