Publication: El impuesto del monedaje en el reino de Navarra (ca. 1243-1355): fiscalidad, demografía, historia moderna
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El impuesto del monedaje en el reino de Navarra (ca.1243-1355): fiscalidad, demografía, historia monetaria Al igual que el resto de los príncipes de la Cristiandad Occidental, los monarcas navarros de las dinastías “extrañas” ejercerán su derecho de fabricación de moneda y obtendrán los beneficios derivados de la misma, pero, asimismo, deberán procurar su estabilidad y evitar las alteraciones fraudulentas de los valores de la aleación de metales preciosos. La renuncia al “derecho” a posibles mutaciones se vería compensada con la solicitud de un gravamen en metálico a sus súbditos: es el impuesto del monedaje. Acorde con la supuesta tradición y los usos de la tierra, a los reyes de “extraño lugar y de extraño lenguaje” se les impone –mediante juramento- que su derecho a acuñar moneda quedaba limitado a la duración de su reinado. A cambio, en compensación, se les reconoce la legitimidad del impuesto del monedaje. Siquiera de forma germinal, estaríamos en presencia de un cierto comportamiento constitucional o, si se prefiere, de un precoz constitucionalismo. A lo largo de algo más de un siglo, con la excepción de las actuaciones anómalas de los monarcas de la Casa de Francia, los titulares de la realeza navarra ejercieron su poder soberano en el llamado “fecho de la moneda”. Semejante prerrogativa comportaba la aplicación de un sistema recaudatorio sobre la base de un impuesto directo, aplicado a cada fuego u hogar de determinados sectores sociales (labradores y hombres de las “buenas villas”). La complejidad del sistema elegido supuso la movilización, entre 1350 y 1355, de más de medio centenar de oficiales, encargados no solo de recibir el dinero (una masa monetaria importante de 3.738.305 piezas), sino de registrar los nombres de unos 48.000 cabezas de familia. Un procedimiento costoso y, en gran medida, poco eficaz, con grandes bolsas de fraude y morosidad. La consiguiente modernización del sistema fiscal y financiero del reino de Navarra, supuso, entre otras novedades, la sustitución del viejo impuesto del monedaje por el cobro regular del señoriaje, derivado de los derechos de acuñación, arrendados a expertos fabricantes o monederos. Siempre en el marco pretendido de utilidad pública de la moneda, las cecas llegaron a proporcionar a las arcas de los príncipes unos saneados beneficios con los que hacer frente a las exigencias de un “estado moderno”.
Coinage tax in the Kingdom of Navarre (circa. 1243-1355): taxation, demography, monetary history Like the other princes of Western Christianity, the Navarrese monarchs of the “foreign” dynasties exercised their right to produce coins and obtained the benefits derived from doing so, but they had to try to keep the currency stable and avoid fraudulent alterations to the values of precious metal alloys. The waiving of the “right” to possible mutations was compensated for by applying for a cash tax from their subjects: coinage tax. According to the supposed tradition and customs of the land, the right of those Kings “from foreign lands and of foreign tongue” to mint coins was forcibly –by oath- limited to the length of their reigns. In exchange and as compensation, the legitimacy of their coinage tax was recognised. Albeit in germinal form, we are in the presence of a certain type of constitutional behaviour or, if preferred, precocious constitutionalism. For something over a century, with the exception of the anomalous actions of the monarchs of the House of France, the heads of the Navarrese royalty exercised their sovereign power through the so-called “fecho de la moneda”. This prerogative involved the application of a tax collection system based on a direct tax applied to each fire or hearth belonging to certain social sectors (labourers and men from “buenas villas”). The complexity of the system chosen meant, between 1350 and 1355, mobilising more than fifty officers, whose job it was not just to receive money (the important sum of 3,738,305 pieces), but also to register the names of some 48,000 heads of household. The procedure proved costly and, to a large extent, ineffective, with large pockets of fraud and default. The consequent modernisation of the tax and financial system of the Kingdom of Navarre meant, amongst other new features, the substitution of the old coinage tax for the regular collection of señoriaje, derived from the right to mint, leased out to expert manufacturers or coiners. Within the supposed framework of the public utility of coins, the mints brought the princes’ coffers healthy profits with which to face up to the demands of a “modern state”.
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